"MI NACIMIENTO COMO MADRE, UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD"



La ternura que despiertan en mí los bebés, no es comparable con nada en este mundo. Podría pasarme la vida criando bebés, de horas, de días, de meses...dando teta sin parar y sin mirar el reloj, sin control, día y noche, entregándome toda sin más, sin cuestionar si es mucho lo que demandan, si es mucho o poco lo que comen o si se estarán quedando con hambre. Nunca dudé de la capacidad de mi cuerpo para gestar, parir y para nutrir a mis bebés de alimento.  

La teta en nuestro hogar ha supuesto mucho más que el propio alimento que necesitan para crecer...

Ha sido el alimento principal para sus almas, y para la mía, que ha tenido la fortuna de embriagarse cada día y cada noche, viendo crecer un vínculo entre nosotros, que a día de hoy, se mantiene indestructible e imperturbable. Miro a mis hijos y sé que no habrá nada en este mundo capaz de separarnos.

Desde el primer segundo, sentí que para los bebés el cuerpo de su madre y el suyo, es un único cuerpo, y que es todo cuánto necesitan, igual que cuándo estaban calentitos y húmedos en el vientre sin necesidad de llorar, no me planteé que hubiera un lugar mejor que mi propio pecho, mi piel, mis brazos, mis besos, mi olor, mi voz, mi TODO, para ellos.


Ha supuesto una etapa de nuestra crianza, en la que me sentí muy confiada, sensible, amorosa y poderosa. Quizás la que menos esfuerzo me ha supuesto a nivel emocional, puesto que los puerperios han sido sagrados y reveladores para mí. Han significado cueva, intimidad, tetas a reventar de leche y de amor, y oportunidad de crecimiento para todos, pues no he vivido un momento en mi vida en el que las emociones hayan estado tan a flor de piel y tan abierto a hacer alquimia, como tras el nacimiento. 

Los puerperios han sido momentos de muchos sentimientos contradictorios, de felicidad y de nostalgia, de alegría y de angustia…y han sido todos esos sentimientos, la puerta a una auténtica revolución que me ha permitido llegar a convertirme en la madre que deseaba para mis hijos.

Nunca seré la madre perfecta de los libros de crianza, aunque puedo decir, que me siento feliz y orgullosa de la madre en la que me he ido transformando, con mucho trabajo personal y esfuerzo. 



No recuerdo, haber permitido que nadie interfiriera ni se interpusiera entre nosotros, ni que me dijeran qué tenía que hacer con respecto a los cuidados de mis bebés. En este sentido, todavía no comprendo del todo, de dónde emanó esa fuerza interior, antes desconocida y anhelada por mí.

Tuve claro que la madre de mis hijos soy yo, y que nadie este mundo sabe lo que necesitan, más que yo y su padre, con el que he contado con su apoyo y admiración en todas las decisiones.


Salió la madre leona protectora e instintiva como nunca antes lo había hecho en mi vida. Esto me ha supuesto innumerables fuentes de conflictos, pero por encima de esos conflictos está el orgullo que siento por haberlos protegido siempre, sea de quien sea.

Mi nacimiento como madre simbolizó un renacer, un nuevo comienzo, pues me descubrí de pronto conectada a la vida, a mi voz interior...

Lloré muchísimo, por primera vez en mi vida, de pura Felicidad. Las hormonas jugaron su necesario papel, y me hacían llorar y sentirme dichosa, plena y llena al mismo tiempo. Y escuché una voz interior que me susurraba fuerte y claro y me guió y lo continua haciendo. Es la voz del Instinto poderoso de las mujeres que tenemos grabado a fuego, el que hoy por hoy tengo la fortuna de acompañar a las mujeres a que lo escuchen fuerte en su interior. 

 INSTINTO


Con mis puerperios, me rompí en mil pedazos y he podido reconstruirme a través de la mirada de amor incondicional de mis hijos que me han enseñado tanto que jamás encontraré las palabras precisas para agradecerles, lo que han supuesto ellos en mi vida. 

Un despertar. Una segunda oportunidad de comenzar de nuevo y aprender a disfrutar la vida de verdad. Una segunda oportunidad para desaprender todo lo que creí ser y re descubrirme como a alguien mucho mejor...

Gracias también a mis dos bebés mariposas que dejaron mi cuerpo demasiado pronto, y que tan presente, los llevo.

 Cinco, fueron los hijos que siempre deseé tener. 

Un abrazo cariñoso,

Lola

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